La opinión de Roberto Ramos-Perea
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22/04/2024 – MI primo y su compaña me invitaron al concierto de Alex Ubago en Bellas Artes.  Yo, que no voy a conciertos desde joven, me entusiasmé porque mi primo es un gran tipazo, muy culto, que me hace pensar mucho, además de que me hace reír hasta mearme. Y su compaña que es muy amorosa, disfruta vernos hablar pendejadas inteligentes. Yo cargué con mi aprendiz favorito, que es un joven compositor y músico, para que me diera su visión del tal Ubago.

No soy de los que voy al teatro a disfrutar y ya. La palabra “disfrutar” reduce la experiencia humana al puro placer y todo placer es una forma de espejismo. Voy al teatro a pensar en lo que veo y aproveché la invitación para hacer un poco de sociología aficionada .

Lo primero que me llamó la atención fue ver como el público ha convertido los conciertos en un espacio de afirmación de su estima. No bien salió el cantante español a escena (¡tardisímo! ¡Bellas Artes debe haberle puesto una multa kilométrica!), la gente comenzó a gritarle como si se tratara de un amigo íntimo en una barra. Hombres y mujeres empezaron a gritarle:

“¡Alex, te amo!, ¡Estás bien bueno! ¡Te comería, papi!”.

 Y el pobre tipo invirtió una parte de su espectáculo en una conversación con un hombre, que no podía esconder su atracción sexual por el cantante. A él no le importó que los demás pagaran su taquilla para oír cantar al artista. El gritón -posiblemente ebrio – quería hacerle saber a toda la sala de 1,000 y pico de butacas, que el cantante le movía sus gónadas hasta el éxtasis. Y así por igual, con varias mujeres. Mi primo entre risas me recordó los sonoros orgasmos que tenían los adolescentes en la época de los Beattles o de Elvis. Entre estos escándalos se desenvolvió una hipnosis colectiva en la que el español con sus canciones, controlaba.

Mi aprendiz me pregunta mi opinión sobre el contenido de la letra. Cosa que a él le preocupa mucho, sobre todo, porque ha estado muy pendiente de mi polémica en la que he defendido como Poeta a René Pérez. Le expliqué que existe una diferencia entre los espacios comunes y lo que es realmente poético. Ubago compone en el espacio común y trivial de las letras cursis.

Para provocar los orgasmos citados, el sonido rompíó su propia barrera varias veces, y la letra de sus canciones, – las que pude escuchar sin que se me quebrara el tímpano-, estaban todas entre lo rosita y lo estúpido. “Me quieres, no me quieres”, “el cielo es gris”, “te quise”, “pienso en ti”, “me haces falta, bla bla…”, y boberías como esas que hacen llorar a quienes han sufrido amores necios. Y eso no es poesía .

A mitad de concierto el Ubago se despide y yo le pregunto a mi gente si ya se acabó. Apenas habían pasado 40 minutos. Y me dicen: “Tranquilo, que él vuelve”. Y en efecto,!volvió! Y cantó otra media hora. Pero… entonces, ¿para qué carajo se despidió? Y mi primo se echa reír y recordamos cuando en nuestra época, los conciertos duraban tres y cuatro horas y nadie hacía aguaje de despedirse para provocar un aplauso.

Pero bueno, la gritería y el levantamiento de manos en oleada fueron la orden de la noche. La gente “disfrutó”, se levantó y bailó en sus asientos El gentío gritó desaforadamente y sin consideración ni al artista – que parecía disfrutarlo- ni a los que querían simplemente oír canciones. Fue un sunami de orgasmos estentóreos, desconsiderados y públicos que todavía descifro.

En cuanto al artista, pues como showman, es muy mal actor. Como cantante es uno de muchos sin nada nuevo que aportar. Aburre su plática narcisista y en ocasiones, tratando de ser simpático se vuelve pesado y egocéntrico.  Como músico, pues confié en el criterio de mi aprendiz, que cuando le pregunté por ello se encogió de hombros entornando sus labios. Eso me bastó.

Esto, entre muchas otras cosas que deberíamos aprender como público de Bellas Artes. Bellas Artes no es un estadio. Es un lugar de apreciación del arte. Y los ujieres deberían ser más dinámicos y hasta agresivos contra esa caterva de imbéciles que creen que pueden ir a Bellas Artes a gritarle a los artistas como si fueran sus panas de jangueo.

(Recuerdo una función de la obra “Romeo y Julieta” cuando alguien del público le gritó a Romeo: “¡Ella no está muerta! ¡No te tomes ese veneno!”)

La experiencia de este concierto como obra de arte no fue gran cosa, pero mi primo y su compaña no tienen una idea de lo mucho que yo aprendí y por eso les estaré eternamente agradecidos y espero me inviten otra vez.