12/01/17 – A días del anuncio que hizo Wapa Televisión del retiro del deportista televisivo, Rafael Bracero, despunta de nuestro archivo un reportaje realizado al telereportero por Belén Martínez Cabello y Frank Battaglia a finales de la década del setenta.
Rafael fue fanático de los deportes desde pequeño. Pero, siguiendo los consejos de su padre, se decidió por la ingeniería. Una vez graduado, su progenitor le reprochó que insistiera en el Periodismo Deportivo, cuando hubiera podido hacerse rico en el ejercicio de su profesión.
“Papá puso el grito en el cielo cuando me vio por primera vez en un noticiario. Pero después de 13 años, tenía decidido hacer lo que realmente me gusta”, contaba entonces Rafa, cronista deportivo de “El Once En Las Noticias”, que se esforzaba por ser el mejor para demostrarle a su padre sus logros en esa carrera.
Una vez, recordaba, se sentó a su lado y le mostró cuatro placas que le había otorgado los premios INTRE por su labor como periodista deportivo. Él le contestó que “eran bonitas”, pero “tú eres excelente y nunca te has ganado un Agüeybana”. (“Poco tiempo después de su muerte recibí esa primera estatuilla. Ironías del destino que a veces nos tira bromas pesadas”, relató).
En esa época, los dos hijos de Rafael daban muestras de haber heredado la afición al deporte. El mayor, Rafael Antonio, que tenía once años y se destacaba como campeón-bate de la liga a la cual pertenecía en el colegio Rosabel, era supervisado por su padre.
En tanto, el menor de diez años, Rafael, igual era catalogado por el comunicador como un excelente jugador.
Como dato anecdótico, Bracero rememoraba una experiencia, para esa etapa reciente, que ocurrió cuando el mayor de los muchachos lo acompañó a una entrevista que realizaba a unos peloteros.
“Cuando llegamos a las prácticas Sixto Lezcano me grito: <<Rafi, ven acá>> El nene se quedó bobo. <<Pero, papi, ¿y cómo el me conoce y sabe mi nombre si nunca antes me había visto?>>. Solo pude contestarle: <<Nene, este ambiente es muy pequeño y las cosas se corren. Aquí todo se sabe, hasta tu nombre”, le dijo divertido para no malograr su ilusión).
Por Helda Ribera Chevremont