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Cristina «Greca» Martínez, copropitaria Latte Que Latte

 

Con cada mechón rapado, se iban mis prejuicios, mis complejos y mis múltiples vanidades. Lo curioso de todo ésto es que sin estar preparada voluntariamente, me senté en la silla caliente, la silla del cambio. Doné mi cabello, pero con él también me desprendí de mucho más.

latte rapados

Deliz Reyes Natal, Amilcar Cotto Bazán y Cristina «Greca» Martínez

Esa noche después de la emoción del día, del high del momento, llegué a mi casa, y mientras me quitaba todo lo que destacaba mi femineidad: mis pantallas, maquillaje y mi ropa, me detuve frente al espejo y dije: «¿qué hiciste Cristina?, no pareces una mujer». Y fue en ese instante que entendí que dentro de lo que podía, estaba tomando el lugar de un paciente de cáncer.

Ahora las miradas son de compasión, empatía, curiosidad y hasta de burla. Cabe mencionar que la inmensa mayoría de estas son de parte de las mujeres para los hombres, pues digamos que pasé a ser invisible o altamente intimidante…no he decidido aún. Con cada día que pasa, me doy cuenta de cuán aferrados estamos a las cosas que pensamos que son nuestra identidad.

Pero más importante aún, pienso en el lugar de ese paciente que encima de ver su vida en juego, también está obligado a trabajar con la crisis de identidad que la caída del pelo puede causar. Ellos no tienen opción, pero yo sí la tuve y decidí raparme. Decidí desintoxicarme. Sin duda alguna, he comenzado de nuevo y con mucho gusto puedo decir que me siento hermosa.