04/09/2022 – CUANDO Antón Chéjov escribió su obra maestra, “La Gaviota”, posiblemente, jamás pensó que su trama persistiera cónsona con la vida actual.

Aun cuando esta tragicomedia tuviera su origen en el 1896, los problemas existenciales de cada personaje son muy parecidos a los que afronta la sociedad del siglo XX1. Los protagonistas están sumidos en la inconformidadque, a falta de éxitos, se alimentan de ilusiones, se sienten incapaces de aceptar la realidad ante el rechazo y el desamor, incurriendo en suicidio… O incluso, se resignan a ser infelices junto a seres que no aman, incluso, dando paso al adulterio. Asimismo, la situación de sobrevivir con una pensión gubernamental de miseria, tal cual le ocurre al “tío Sorin” (Jorge Luis Ramos), el anciano enfermo, también se asocia a estos tiempos.

El público tuvo la oportunidad de volver a disfrutar de este clásico del teatro ruso en el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré en Santurce, que inició con los miembros de la familia reunidos durante una tarde veraniega en el patio de la hacienda, rodeada de gigantescos árboles, flores y aves.

En el lugar disfrutarían de la obra creada por “Treplev” (Luis Ra Rivera), el hijo de una actriz famosa “Arkadina” (Jacqueline Duprey), mujer dominante y vanidosa. En esta, su novia “Nina” (Gabriela Saker), una incipiente y mediocre actriz tendría a cargo el monólogo.

¡Gentes!, ¡Leones! ¡Águilas y codornices!… ¡Ciervos astados! ¡Gansos! ¡Arañas! ¡Peces silenciosos que poblabais el agua! ¡Estrellas del mar y demás seres que el ojo humano no alcanza a ver!… ¡Vidas todas, vidas todas, en suma… que girasteis sobre vuestro triste círculo y os apagasteis ¡Hace ya mil siglos que la tierra no contiene un solo ser vivo, y que esta pobre luna enciende en vano su farol… En el prado, ya no despiertan con un grito las grullas, ni se oye el chasquido del escarabajo en la arboleda de los tilos”, clama el personaje.

 Y continuó.

 “¡Frío, frío! ¡Vacío, vacío, vacío!… ¡Miedo, miedo, miedo!… ¡Los cuerpos de los seres vivientes desaparecieron en lo vano, y la materia los transformó en piedra, en agua, en nubes… ! Mientras, sus almas se unían hasta formar una sola… Esta alma total del universo… , ¡soy yo!… ¡Yo!… ¡En mí vive el alma de Alejandro el Grande, de César, de Shakespeare, de Napoleón y de la última sanguijuela! ¡En mí, la conciencia humana se unió al instinto de los animales y lo recuerda todo, todo, todo…, volviendo a revivir estas vidas!”, subraya finalizando su parlamento arriba de un deslucido escenario.

Sin embargo, a pocos gusta la obra y se hacen sugerencias, pero todo se complica ante la dura crítica de “Arkadina”, pues la considera “algo decadente”. Así, salen a la luz la inseguridad de todas las caracterizaciones   en la Sala de Dramas René Marqués. Madre e hijo confrontan sus generaciones cuando una intenta nuevos estilos artísticos ante otro ya existente. Precisamente, es ahí donde estriba el disloque, ¿quién determina lo correcto en el Arte? y ¿quién es responsable del éxito? Esto, no solo como artista, sino en cualesquiera de roles que se desea desempeñan a diario.

En este caso, soñar con tener glorias en las artes, ya sea como dramaturgo o actriz y ser correspondido en el amor, mueve a los protagonistas a llevar una vida de mentiras e insatisfacciones, lo que les provoca vacío y frustración, según se percibe en sus soliloquios.

Sobre la gaviota, ave fuerte que pese a representar la libertad y felicidad, aquí se caza de un escopetazo y se diseca. Luego de dos años, “Nina” regresa y sostiene su última conversación con “Treplev”, quien vivió eternamente enamorado de ella a pesar de su traición y huida con “Trigorin” (Héctor Enrique Rodríguez). Pero, divagando tras fracasar en la actuación, recuerda aquel suceso y es ella quien se compara con el ave:

Soy una gaviotaNo…, no es eso¡Soy artista!”, dice, no obstante, al descifrar sus conflictos, que igual dan paso a que cada cual, dentro de sus expectativas aspire al bienestar, a triunfar y amar o quitarse la vida.

Además, fueron parte del brillante elenco: Braulio Castillo (“Dorn”), Joealis Filippetti (“Masha”), Jorge Alexande (“Medvedenko”) y Linnette Torres (“Poliana”).

 «La Gaviota», producida por el Teatro Público, contó con la escenografía de Miguel Vando; utilería, maquillaje y sonido de Cristina Sesto y Bryan Villarini, respectivamente, incluyendo la iluminación de Nicolás Luzzi.

Por Ana Hilda Peña

(Fotos: Gildaly Villanueva)