05/07/2020 – UN 4 de julio diferente. Lo que normalmente significaba estar bajo una palmera con la neverita de playa viendo las olas y tomando el sol, este año se convirtió en un show dentro del vehículo. Y esto, para el público que optó por experimentar el concepto de Drive In.
El “Drive-In Summer Fest” comenzó alrededor de las 5:45 de la tarde en los atrios del Hiram Bithorn, a cargo de la banda Circo. Los espectadores no perdieron la costumbre de llevar sus neveras, sillas de playas y sombrillas, pero esta vez, el disfrute fue desde la cajuela de los vehículos.
“Hay momentos donde ya uno cree que la vida te abandona. Podemos celebrar con esto tantas cosas que hemos pasado, coño, pero nosotros no somos mentes flojas que se dejan derrotar”, declara con mucha euforia Fofé, primer vocalista de dicha banda.
La tarde transcurrió llena de buena música aunque, claro, el toque de queda no permitió el disfrute de cada grupo como hubiésemos querido. Incluso, ni siquiera como habrían querido los artistas.
“Esta vez lo haremos rápido porque tenemos el tiempo contado”, lamenta Gustavo Laureano, vocalista de La Secta, banda que tuvo a cargo la segunda presentación del espectáculo.
Esta nueva modalidad y anormalidad de vida a la que apenas estamos intentando acostumbrarnos por el momento, ha pedido a gritos innovación para sentirnos más cerca de lo que era nuestra normalidad. Para ello, se implementó en el evento una aplicación que permitía pedir la comida de los food trucks desde el auto, pagarla y luego un empleado la lleva directamente al carro.
Entre los artistas se presentó un nuevo talento del género urbano, Chris Andrews, manejado por el artista Wisin del dúo Wisin y Yandel. El novel cantante tuvo a cargo una participación de alrededor tres canciones, dando a conocer nueva música en el campo.
Los aplausos fueron cambiados ¡por bocinazos desde el auto! y el cantar junto a algún extraño, ha quedado en pausa,
AT&T deslumbró el cielo piloteando drones para su nueva publicidad de señal 5G. Se proyectaron imágenes de Puerto Rico y por supuesto, nuestra bandera monoestrellada enarbolando en el aire. Todo un espectáculo de innovación.
Para cerrar la noche, el popular Pedro Capó enamoró a su fiel fanaticada que desde los carros le lanzaron piropos y gritos.
Se trató de una celebración del 4 de julio diferente: gente unida en un mismo lugar y a la vez, tan separada. Puerto Rico y el resto del mundo se enfrenta a una nueva norma que nos ha sacudido: mascarillas en lugar de sonrisas y gritos de saludos en lugar de abrazos, miedo y distanciamiento. Una anormalidad que ha generado controvertibles teorías e interrogantes. Aunque fue una festividad alegre, no dejó de extrañar el calor del boricua ante la propagación del virus Covid-19.
Por Karla Cordero Rivera
(Fotos: Yaritza Alicea)