Para hablar de Lucy Fabery hay que recordar tantas y tantas cosas maravillosas que ofrecía su esencia, que irremediablemente galopan por los rincones del alma muchos años de arte, amistad, anécdotas y recuerdos…
Luz Ercilia Fabery Zenón, fue una dama dentro y fuera del escenario. La estrella, las boas, canutillos, los tacones glamorosos y las lentejuelas eran para el proscenio, fuera de este, afloraba una sencilla mujer que aunque criada bajo un estricto ambiente familiar, conservaba su bondad, su alegría y tantos valores aprendidos desde su más tierna infancia.
Lucy fue siempre una amiga fiel, de esas que te quieren y te llaman cuando no saben de tí, para simplemente recordarte que eres importante en su vida. En cada llamada una lección de esperanza. En cada encuentro una clase maestra de vida, de ilusión y de fuerza para seguir adelante. Posiblemente haya sido una de las vocalistas más importantes que haya nacido en Puerto Rico. Su fama trascendió tiempo, fronteras y espacio. Una voz aterciopelada, una sensual figura con un cuerpo escultural modelado con el más fino cuidado.
Pero no se confundan que su sensualidad iba muy bien acompañada de su carácter serio. Jamás permitió que ningún fanático, productor o admirador le faltase el respeto. Por eso llegó tan lejos, porque vendía talento. Y es que tenía de sobra. Fue famosa siempre, donde llegó triunfo. Cuba, México, Venezuela, Estados Unidos, Europa y el resto de la América Hispana.
Me encantaba escucharla contándome sus anécdotas. De cómo salió de Cuba cuando luego del triunfo de la revolución, allegados al comandante le hicieron saber que la admiraban y que querían que permaneciera en la Cuba de Fidel. Eso sí, haciéndole hincapié en que no podía disponer del dinero que había ganado hasta entonces. Su reacción fue tal, que les dijo a aquellos emisarios que ella regresaba a su Puerto Rico y que con el dinero que le quitaban hicieran lo que les diera la gana.
Una vez un famoso actor mexicano intentó un acercamiento de esos que hoy día estarían tipificados como acoso sexual. La sorpresa la tuvo el señor ¡cuando vio su cara marcada por la cachetada de la Fabery! Y ella como si nada, lo remató diciéndole: “No conozco el tipo de mujeres con las que usted se envuelve, pero ¡a esta puertorriqueña se respeta!”. El actor sin inmutarse le aseguró: “Ha perdido un buen amante, pero ha ganado un extraordinario amigo”. Y así fue…fueron amigos toda la vida.
Me encantaba escaparme con ella al Victor´s Café de Nueva York cuando íbamos con Ruth Fernández a realizar los telemaratones a beneficio de la Sociedad de Niños y Adultos Lisiados. Ruth se ponía histérica porque decía que yo la estaba sonsacando y Lucy, que siempre tenía una frase, le contestaba a Ruth: “Mira Fernández, tú tienes la edad de mi madre, pero no eres mi madre. Así que me voy con Edgardo y si quieres vienes, y si no te pedimos algo calle”.
Se moría de la risa cuando yo le decía que Junito Resto se aseguraba de que ella tenía un sarcófago donde se acostaba a las seis de la tarde y se levantaba en la mañana. Y es que parece mentira, pero Lucy jamás se amanecía si no era por trabajo. Amaba su espacio, su casa, su mundo y sus pocas, pero muy bien seleccionadas amistades. Fue una mujer agradecida a la vida, a su trabajo, a su talento y respetuosa con su público hasta más no poder. Esas son lecciones que uno al mirarla tenía que aprender.
¿Qué si la extrañaré? Mucho… personas como Lucy Fabery no se olvidan. Hay tantos momentos que me llevo conmigo, hay tantos recuerdos que habitarán mi corazón por siempre. Pero una cosa si les digo, cada día entiendo más las palabras de Cortez: “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Hasta que nos volvamos a ver mi muñeca querida.