4/12/14 – Lógicamente, los ojos del público, de los allegados a la familia Mamery-Monge y los de los medios noticiosos, habían estado dirigidos desde las primeras horas de la mañana de hoy a los más afectados dolientes en el funeral de Topy Mamery: su esposa Yolandita y los hijos de la pareja.
La llegada de la cantante de la Funeraria Ehret, en Rio Piedras, movilizo a los fotoperiodistas que esperaban, en primer lugar, el arribo de la viuda. Sin embargo, esta, debido a la dramática circunstancia que enfrenta, no tuvo ni la tolerancia ni el deseo de reaccionar a medio alguno.
“No quiero payacerias que los saquen de aquí o me voy”, comento apática desde el interior de la guagua negra, quizás sin imaginar que tales expresiones se escucharían afuera.
Ricardo Montaner, quien fuera íntimo amigo de Topy, a quien también lo unía un fuerte lazo profesional, fue designado portavoz ante los medios de comunicación. El cantante confirmo que Yolandita “esta devastada”. Y en efecto, su fuente llanto se escuchaba en la capilla contigua a la del féretro.
«Yolanda me dijo que yo conocía su corazón y que hablara por ella, no crean que es un atrevimiento porque yo soy parte de la familia», expresó el cantante.
Ya en el interior de la capilla S – fue necesario abrir otra ala para acomodar al gentío – estaban de cuerpo presente los restos de quien fuera el nuevo ejecutivo de SBS, en un féretro cubierto por rosas blancas. Un monitor al lado de ataúd iba mostrando imágenes de la vida profesional y familiar del conductor de “El Rollo de Topy” en “Lo Se4 Todo”.
Imanol, el único hijo varón de Yolandita y Topy, observaba la proyección con los ojos enrojecidos por el llanto. Al concluir la edición que continuaría repitiéndose, el joven de 19 años se acercó al féretro, lo acarició y lo besó.
En 1996 Topy Mamery confeso a la entonces revista VEA que cuando se ausentaba de su hogar era capaz de darlo todo por tenerlo entre sus brazos. Entre otras cosas, porque era el punto de unión entre él y sus otras dos hijas habidas en su primer matrimonio.
“Él es la alegría del hogar. Me ha ensenado a querer a mas a mis otras dos hijas: Tania y Roxana. Me ha dado una lección que jamás se me olvidara. Me ha ensenado a ser mejor padre. Me arrepiento de no haberles dedicado más de mí en sus primeros cinco o seis años de edad (a las niñas). Pedro ellas saben que las amo. Por eso me siento el hombre más afortunado del mundo. Ya al fin conseguí lo que quería. ¡Tener una familia espectacular!”, dijo entonces abrazado a su “príncipe encantado” en 1996.
Por Helda Ribera-Chevremont
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